La luz del árbol de Navidad
Por César Alfonso Viñas
“Escribo… Mientras Orión expande su luz
en la vibrante noche estrellada”.
Rosa María Badillo Baena
La luz del árbol de Navidad
nos recuerda otros tiempos más antiguos, ya míticos,
no escritos en el papiro de la Historia
donde los druidas leían en el oráculo del cielo
y el clan del Oso narraba historias
alrededor de la hoguera.
El árbol se nos revela como un Universo
de luciérnagas doradas
con su astro más brillante en lo alto
de la copa y nos rememora
que somos hijos de las estrellas
y de las vibraciones del Cosmos
y las supercuerdas.
Los adornos brillan esféricos como planetas, como la Madre Tierra
que nos da cobijo, la vid y el trigo.
Y las guirnaldas y espumillones fulguran en espiral
como galaxias y nebulosas caóticas.
El árbol nos recuerda la vida, la luz extinguida de la frente,
el material humano compartido
en lo más profundo de la psique.
Bajo la luz del árbol hubo fraternidad
entre alemanes y franceses
en la Guerra Europea
y abandonaron por un momento las trincheras
- la clase se sintió clase-
y jugaron al fútbol
y cantaron bajo las apacibles estrellas
Noche de Paz.
Bajo la luz del árbol también hubo indigencia
en las calles y burgueses con smoking.
El árbol de Navidad como un sistema nervioso,
con sus ríos y afluentes,
con sus venas y arterias
como las ramas del pulmón.
A imagen y semejanza del árbol
ha evolucionado la vida y el mundo.
El árbol de Navidad fascina a los niños
“dejadlos que continúen
con ese espíritu de maravilla”.
Una aurora y un manto de rocío iluminan
las hondas noches oscuras
de Oriente a Occidente
desde la ancestral India
hasta la húmeda y verde Galway.
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