HIELO A MEDIANOCHE
Por S.T. Coleridge
Dulces te sean, pues, las estaciones:
ya sea vista la tierra
con verdor del estío,
ya cante el petirrojo,
entre borlas de nieve, en la desnuda rama
de un manzano musgoso,
mientras humea un techo,
deshelándose al sol;
ya aleros goteantes
oigas sólo, al callar
las ráfagas del viento,
o, con secreto laborar, el hielo
de carámbanos mudos los adorne,
inmóviles brillando a la apacible luna.
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